viernes, 25 de septiembre de 2009

A los huesos de Quevedo


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Un gran hombre permaneció enterrado,
Mas de trescientos años, al dejar la vida.
En Infantes vivió su libertad perdida,
Condenado, por la claridad en su narrado.

Después de los años trascurridos,
Encontrado el lugar de enterramiento,
Dicen que era zambo, - yo no miento-,
Y han visto unos huesos muy torcidos.

Muy tranquilo el poeta descansaba,
En grande y escondida sepultura,
Le tocan sus huesos, y él, no lo esperaba.

Si vivo estuviere, ¿no hay censura?,
¡A hostias, a los “moscones” despachara,
para meter en sus “testas,” la cordura!.

Emilio Medina M.

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