Al Padre del Poeta Pedro Pérez Aldana
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Al morir el viejo roble
sabía a cobre la saliva.
El agua no llegaba a sus vísceras.
Sus quejidos
desnudos
corrían por el desierto
como voces de perros furiosos
trompeteados por el viento.
Muerte extraña
de hastío.
Se fué por el corredor
con el vuelo de los pájaros.
Sin palabras.
Sin memoria.
Levantando sus alas de viento
y el pecho de golondrina.
Desafiando a los cuervos.
Se fue quedando quieto.
Se fue abandonando
en el Tic Tac
transparente
del tiempo.
Gregorio Riveros .´.
Pampanito. Trujillo (Venezuela).
1 comentario:
Excelente!!! vamos Gregorio!!
Lili
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