Con él caminé veredas,
barrio, tango y amapolas.
Sembré de vértigo ausencias,
su mantel, el pan horneado.
Aticé hogueras en barro-horno.
Descubrí mañanas de glicinas,
calandrias, benteveos.
Él rozó lo efímero del silencio,
encerró su canto para lucir palabra.
Bailó milonga entre mis brazos
y sostuvo la luna con su aliento.
Ambos parimos verso a verso
el poema de dos historias,
apenas nos separaba un muro
vencido en primavera.
Y fuimos melodía, adoquín, farola,
Corrientes, obelisco, noche
y distancia que no es distancia
cuando la palabra nos congrega.
©Elisabet Cincotta
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