martes, 23 de junio de 2009

A Fanny Jaretón

Te pienso desde el fondo más puro de mi Ser
(el que llamo Expectancia, el que digo Testigo
no atreviente a pregonar la muerte
de los Absolutos, el que siempre vela
desde sistemas antilógicos,
porque el éxtasis llega desde un Lenguaje Mental
más allá de la palabra entronizada
en espectros sonoros, o difusión a tientas
de pluralogías).

Tiene que existir ese momento
si mis huesos tiemblan en la espera
y el estancialismo de lo real se hace pedazos
y me da sus salidas cuando me quejo.
Esfuerzo por decir: «No es posible todavía».

Te pienso, Fanny, cuando la muerte me susurra,
«Yo soy maravillosa». Entonces, has de ser otra forma
infinita y absoluta de energía, otro perspectivismo
y complemento de Ser / Estar / que nos trasciende
en los espacios rutinarios, pobres, del ahora.

¿Y quién hay que anuncie la osadía
con la plena perspicacidad de su erotismo?
Tú, que observas al Testigo mendicante
sobre ese caballo vital, peregrino, que se soltó
de los Carruajes del Alma celeste
y dejó en el descenso una cuesta de huesos
y de rumbos, al auriga, para que ofrezca
a pie y descalzo, con tan sólo un costal
y una vara, y un águila con un ojo despierto,
su última mirada sobre el yermo...

Te pienso, como el Testigo, porque ahí estás
como lo único elevado de quien va en la bajada
de sus días, única que susurras
que hay crónicas fantásticas que no se pierden
del todo en la oralidad de los oyentes
y que el rico perspectivismo,
rescatador del Sueño Pleno, en visión clara,
aún en la carne, es una especie de pureza
y cabalga como la parakinesia
y se vuelve expectante
con don de fantasía.


Carlos Lopez Dzur
2000 / Para El libro de la amistad y el amor

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