No pidas que a tus versos yo me enfrente
ni pretendas que imitarlas yo pueda,
gozar de sus lecturas sólo queda,
consuelo gris de una sencilla mente.
No envidio el talento que se vierte
de una pluma ingeniosa enamorada,
sólo envidio el fuego que se queda,
el soneto que palpita insistente.
Ya lo ves: he de leerlas en silencio,
un dueto habrán de ser por mucho tiempo,
coro bello y excelso. Me sentencio,
por un siglo a oírlas; no me culpo.
impertérrita, degusto y presencio.
mi lugar de simple oyente yo ocupo.
Liliana Varela
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