Guardaba mis silencios bajo la almohada,
y aunque a veces se sobresaltaban
con los reiterados inquiriendo de Liliana,
se amalgamaban con ellos para invocarte.
Acunaba cada día la esperanza
entre hojas secas, besos y versos.
La mecía entres mis brazos cada noche
extrañando cada letra de tu nombre: Blanca.
Los silencios escaparon esta mañana
buscando otras formas de expresión
para que te enteres, amiga querida
de lo felices que nos hace tu regreso.
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